Fiscal María Fernanda Billone, jueza María Inés Piñeiro Bertot y defensora oficial Roxana Oviedo, tras el veredicto |
En 2017, en el «Nudo 13» del complejo habitacional Ejército de los Andes de Ciudadela, más conocido como «Fuerte Apache», Héctor Adrián Samaniego (alias «Cucu»), de 29 años, recibió tres disparos efectuados por el arma de fuego en manos de Sara Magdalena Maidana, entonces de 32 años. Las heridas (una en una de sus tetillas, otra en el abdomen y otra en la espalda) produjeron una rápida muerte.
«Fuerte Apache», uno de los barrios más bravos del conurbano bonaerense |
El caso de la fiscalía
La defensora y la fiscal junto a sus respectivos colaboradores |
El caso de la defensa
- Las testigos jamás podrían haber visto lo que decían haber visto, pues desde donde se encontraban (conforme ellas mismas lo habían indicado) no lograba verse la escena de los hechos. Esto quedó claro a partir de fotos tomadas en el lugar.
- Las testigos habían cambiado sus declaraciones en diferentes oportunidades, brindando relatos contradictorios. La defensora se encargó de sacar a la luz estos puntos, confrontando a las testigos con declaraciones previas en las que indicaban versiones mutuamente excluyentes.
- Estas testigos, familiares de Samaniego, habían tenido motivo (interés en protegerlo) y oportunidad (quedaron solas en el lugar junto al cuerpo e incluso lo movieron de lugar) para ocultar un eventual arma de fuego en su poder.
Pero el caso de la defensa era mucho más profundo que eso, y se apoyaba en un dramático trasfondo.
Allí no terminó este trasfondo. Los autores del disparo fueron detenidos. Pero, según probó la defensa en el juicio, otros miembros de la misma banda (una pandilla local conocida como «los M16», como el nombre de un célebre fusil de asalto de las fuerzas armadas estadounidenses, popular entre las pandillas salvadoreñas del país del norte) comenzaron a amenazar a Maidana reprochándole aquellas detenciones.
El fusil M16 |
Las amenazas eran realmente preocupantes, y en otras oportunidades los agresores habían baleado la vivienda de su familia. La hermana de Sara declaró haber escuchado las detonaciones y haber visto cómo volaba la mampostería, y dijo que en esas ocasiones solo encontraba refugio debajo de la cama.
Sara realizó la denuncia, y otros integrantes de la banda fueron procesados y detenidos.
Para peor, esos testigos concurrieron a la sala de juicio aterrados y pidiendo declarar sin público, pues durante la noche anterior habían sido víctimas de indubitables aprietes mafiosos: en las rejas de sus casas fueron dejados casquillos de balas y en un momento se cortó la luz del «nudo» (la última vez que habían cortado la luz de esa manera había sido durante la noche en que habían ultimado a la hija de Sara).
La defensora Oviedo recalcó una pregunta ante el jurado: «la fiscal se preguntó por qué, si tenía miedo y recibía amenazas, no había hecho la denuncia… pero debemos preguntarnos ¿qué podía exigírsele a Sara?… le mataron a su hija, los autores fueron presos, recibió amenazas por ello, las denunció y los autores también terminaron presos, pero las amenazas continuaron, ahora en manos de Samaniego… los testigos fueron claros al contarnos cómo se vive en el Fuerte Apache… ¿qué podía hacer Sara, esconderse detrás de la puerta de su casa, como se refugiaba su hija cuando la mataron?»
Mural de «Carlitos» Tevez en su barrio natal |
De hecho, luego de los sucesos, la familia de la acusada debió huir del barrio por los hostigamientos de parte de los miembros de la pandilla, y sus hogares fueron ocupados rápidamente. Con ello, la defensa también se hizo cargo de la alegación de venta de drogas: «¿Sara era la narco de la zona, y sin embargo ella y su familia fueron quienes debieron salir corriendo del barrio, con lo puesto y perdiendo todas sus pocas pertenencias? si verdaderamente fuera ella la narco ¿no debería haber sido al revés?».
Aclaró que era en ese contexto que los hechos se habían producido, y apoyó la versión de su defendida quien desde el inicio del juicio explicó lo que había sucedido.
Ese día, Sara advirtió que, una vez más, Samaniego se encontraba debajo de su casa, armado y profiriendo amenazas. Dijo «basta» y salió a enfrentarlo, junto a su pareja, decidida a ponerle un punto final a esa insoportable situación. Bajó armada, como habitualmente durante aquellos días, con el arma que había comprado por el temor que padecía.
Lo confrontaron exigiéndole que cesaran las amenazas. En ese momento -según el relato de la acusada- Samaniego sacó un arma de fuego. La acusada disparó.
Luego se fue del lugar (no sin antes proferir un «acá nadie vio nada», según relataron las testigos de la fiscalía) y se deshizo del arma.
La defensa se encargó de rodear de gran verosimilitud a la versión de la acusada:
- La hermana de Samaniego dijo que no estaba armado, pero fue ella quien cambió varias veces su declaración intentando perjudicar a Maidana y fue también quien tuvo motivo y oportunidad para ocultar cualquier arma (de hecho, ella y su amiga arrastraron el cuerpo varios metros, hacia a puerta de la casa de su familia).
- No sería la primera vez que Samaniego andaba armado: ya había sido condenado por robo con arma de fuego y por portación de arma de fuego, amén que varios testigos relataron haberlo visto armado mientras amenazaba a Sara.
- Además, Samaniego tenía otros antecedentes violentos contra mujeres: su ex concubina admitió haberlo denunciado y haberle impuesto una restricción perimetral por comportamientos violentes. Por ejemplo un día, en plena calle, en un acto de violencia de género, no había titubeado al atacarla salvajemente a golpes, a la vista de todos los vecinos.
La defensora Oviedo en acción |
Si tras escuchar a la fiscalía había quedado una sensación de claridad en favor del homicidio, la defensa se encargó de dejar asentado que las cosas no eran tan simples y las dudas eran más que manifiestas. La opinión generalizada era que podía tomarse cualquier decisión. Ambos casos eran sólidos y habían sido presentados con solvencia.
La firmeza de su conducción fue tan evidente que ni el numeroso e intimidante grupo de familiares de Samaniego, presente en el fondo de la sala, se atrevió a levantar la voz, pese a que eran notorias las ganas de hacerlo, pues permanentemente murmuraban palabras de desaprobación durante el alegato de la defensa (que solo podían ser oídas por quienes se ubicaban cerca de ellos).
Se lograron, así, jornadas sin sobresaltos inapropiados.
- Culpable de homicidio agravado con arma de fuego, de acuerdo al requerimiento de la acusación.
- Culpable del delito menor incluido de homicidio con exceso en la legítima defensa.
- No culpable (opción sostenida por la defensa, de acuerdo a su planteo de legítima defensa).
A la espera del veredicto |